A veces, cuanto todo sale bien hay algo de mí que muere. No sé muy bien por qué. Pero sé que mi corazón, púgil excelente de miedos, ágil controlador de tormentos, carece de latidos al poco tiempo. No llegando a desvanecer, de oír las inmundicias de tu ser.
¿En qué me estoy convirtiendo? El titilar de aquella luz desvanece el deseo de ensoñación. ¡Maldita seas! Puede que resista, pero aquella luz se está apoderando de mí. ¡Deseo tocarla y perderme en la fuerza de la noche! Tal vez algunas manos invisibles me abracen con ansia.
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